La funcionalidad de un inmueble se refiere a qué tan bien cumple el inmueble con su propósito previsto, es decir, cuán práctico, cómodo y eficiente es para vivir, trabajar o desarrollar una actividad, según el tipo de propiedad.
Distribución de los espacios:
Ambientes bien conectados, sin desperdicio de metros.
Buena circulación entre cocina, comedor, baños y dormitorios.
Tamaño y proporciones:
Ambientes acordes al uso (por ejemplo, un baño muy pequeño en un departamento de 3 dormitorios puede restar funcionalidad).
Accesibilidad:
Acceso adecuado para personas con movilidad reducida, ascensores si es en un piso alto, etc.
Instalaciones en buen estado y bien ubicadas:
Cocina funcional, instalaciones eléctricas y sanitarias operativas y modernas.
Iluminación y ventilación natural:
Aporta al confort y ahorro energético.
Adaptabilidad a distintas necesidades:
Por ejemplo, si puede dividirse fácilmente un ambiente para sumar un escritorio o si permite ampliar.
Un departamento puede ser hermoso y moderno, pero si tiene un solo baño lejos de los dormitorios o una cocina incómoda sin espacio de guardado, se considera poco funcional.
En cambio, un inmueble más antiguo pero bien distribuido y con espacios prácticos puede tener alta funcionalidad, aunque no tenga terminaciones lujosas.
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